martes, 6 de diciembre de 2011

Please, don't take my sunshine away

Érase una vez una niña un poco retrasada a la que le gustaba Pokémon, el chocolate bien espeso y quedarse hasta muy tarde en la cama remoloneando por las mañanas.

Esta chica, pensaba que todo eso del amor era una tontería, una ñoñería y un invento de los centros comerciales para vender perfumes en navidad.

Un día, un chico amable le regaló una flor de papel. Quizá para él no hubiera tenido más importancia que la dada en ese momento, pero para ella significó mucho. Era ese mismo chico al que miraba a escondidas, al que nunca se había atrevido a dirigirle la palabra, ese tipo de chico imposible para ese tipo de chica como ella, ese que cuando la miraba a los ojos se sentía intimidada, ese que ella se pasaba las horas imaginando cómo sería besar y abrazar, cómo sería en la intimidad. Algo extraño dentro de ella empezó a moverse.

Al cabo del tiempo, ese chico la besó, la abrazó y le susurró al oído las cosas más preciosas que había escuchado en su vida.
La chica se sentía confusa, pero sabía perfectamente lo que ocurría. Se había enamorado.

Enamorarse uno es muy distinto de cómo puedan explicártelo, o leerlo en un libro o verlo en una película. Ese sentimiento que fluye dentro de ti, eso que hace que sonrías cada vez que piensas en esa persona. Cuando no existe un mundo si él o ella no está en él.
Está todo reflejado en mil y un libros de poemas, de historias románticas y teatros trágicos de época. Pero hasta que no llegas a experimentar esa sensación, sólo te parece un sentimiento más.





Me gusta pasear de su mano y mirarlo de reojo cuando sonríe. Aún no me acostumbro a mi suerte.
Me gusta cuando me besuquea la cara y luego me besa dulcemente la nariz. Me gusta cuando me acaricia el pelo y me dice que es el más hermoso del mundo y que le encanta.
Me gusta cuando me abraza cálidamente y puedo oler su aroma. Siempre lo respiro hondamente para intentar que se quede grabado en mi subconsciente para siempre.




Él le contaba emocionado todo lo que había hecho durante el día anterior.
Ella lo miraba ensimismada, pero a penas lo escuchaba. Sólo lo miraba a él, la forma en que hablaba, la forma en la que gesticulaba.
-… entonces choqué contra un montículo de nieve y salir volando de la bici…- Mientras hablaba se reía, y eso a ella le encantaba.
A veces, se olvidaba de que tenía que escuchar y levantaba una mano para acariciarle y atraerlo hacia sí e intentar besarle. Pero entonces él se zafaba de sus manos inconscientemente y seguía relatándole todo lo acontecido.
Ella se sentía triste pero entendía que eso era importante para él, y debía escuchar y estar atenta. Pero no más de 5 segundos después resultaba del todo imposible. Ella volvía a sumergirse en sus ojos oscuros, y sus largas y suaves pestañas le impedían salir de ahí.
Entonces él terminó. La miró dulcemente y le acarició la mejilla de forma suave.
-Te he echado mucho de menos. –sus ojos le decían que la amaba-
-Mientes. –le decía, para provocarlo y que la besara de una vez.
Y entonces la besó.






Sé que a cierta persona no le gusta ir contando el tiempo y tal… pero a mí me hace más que ilusión, porque nunca he estado tanto tiempo con alguien, y menos tan bien como estoy contigo.
Gracias, por estar conmigo.